martes, 9 de marzo de 2021

Contingencia sanitaria y el dilema de la internacionalización de la educación superior

 Marco Lopátegui Torres


Como el resto de las actividades de educación superior, la contingencia sanitaria supone un gran reto para la internacionalización. Así, al inicio de la pandemia los estudiantes internacionales se enfrentan problemas económicos y emocionales porque, en muchos casos, se encuentran lejos de sus hogares. Con la crisis de las aerolíneas y el cierre de algunas fronteras, su situación se ha agudizado (Alcántara, 2020). El reto es, entonces, cómo tejer referencias culturales y de conocimiento en entornos virtuales en el marco de la movilidad internacional entrante, que tiene un impacto directo en la formación de nuestros estudiantes.

Según Cascante (2017), la construcción de las herramientas docentes para los profesores universitarios ha sido abordada desde varias perspectivas. En principio, la orientación tradicional o clásica asume que los modelos de formación dotan a los docentes de temas y herramientas que, eventualmente, son garantía de una educación de calidad. En este sentido, algunos autores como Langevin, Biloudeau, Boisclair y Braccon (2007) y Sorayan y Frenay (2010) (apud Cascanate, 2017) describen la formación de docentes universitarios, como la adquisición de conocimientos y técnicas sustentadas contenidas en un discurso prescriptivo de lo que debe hacer el profesor.

Una segunda agrupación, que se deriva de la orientación pedagógica práctica y desde un enfoque constructivo, concibe la formación de los docentes como una relación subjetiva que parte de la interacción de los sujetos, a partir de la interpretación y el ejercicio reflexivo de la realidad práctica en la que se desarrolla el docente. Bajo esta perspectiva constructivista la formación pedagógica es parte del desarrollo profesional del docente universitario y contribuye al fortalecimiento de las capacidades de los sujetos, para actuar en la transformación de las situaciones de trabajo basadas en las situaciones vividas, interrogando la naturaleza de su labor y con ello apropiándose de su actividad (Cascante, 2017).

Desde esta última perspectiva, el contexto de la pandemia y el alejamiento físico que esto supone brinda a los docentes universitarios una oportunidad vinculada tanto con el uso de herramientas técnicas, que en algunos casos son desconocidas por los profesores, como con el desarrollo de nuevas prácticas para la mejor construcción del conocimiento. Las nuevas condiciones de enseñanza-aprendizaje brindan un espacio de reflexibilidad tanto para los alumnos como para los docentes, que puede derivar en un fortalecimiento de capacidades de ambos.

El nuevo proceso educativo se encuentra inscrito, además, en un contexto en el que es fundamental formar estudiantes globales que adquieran capacidades, herramientas y habilidades en el exterior, donde la internacionalización es una herramienta fundamental. Los aspectos sustantivos de la educación superior contemporánea se inscriben en la globalización: no sólo la movilidad de los estudiantes e iniciativas de internacionalización, sino también la investigación colaborativa y, cada vez más, la articulación de redes globales de conocimiento y otros aspectos (Altbach y Wit, 2020).

La internacionalización supone una doble vía. Por un lado, recibir dentro de la IES a alumnos y docentes de IES de otros lugares del mundo y por el otro, enviar a nuestros estudiantes y profesores a Centros educativos globales. El programa propuesto  se centra en la primera modalidad partiendo de que, al atraer a estudiantes extranjeros a un espacio educativo, éstos comparten sus conocimientos y cultura con los locales; es decir, se crean espacios aprendizaje intercultural, sustantivos para lograr una educación de calidad, de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la Naciones Unidas.

 

miércoles, 3 de marzo de 2021

Disciplina, interdisciplina y transdisciplina (fragmento de artículo)

 

Salvador Mora Velázquez

El punto de partida que sugerimos debe aclarar tres referentes que se impli- can en la construcción del método, técnicas que orientan las investigaciones y resultados. Sin embargo, debemos considerar que el concepto de disciplina va más allá de una primera aproximación a una serie de conocimientos que determinan una rama particular de saber. Esta simple definición no es sufi- ciente en la medida en que adolece de una revisión del programa de inves- tigación al que se enlaza la existencia de un saber disciplinario, es así que el conocimiento disciplinar está determinado por una perspectiva unitaria (por el campo de estudio) que establece: 

[...] una secuencia de teorías científicas, con continuidad espacio-temporal que relaciona a sus miembros según un plan inicial común, éstos facilitan el abordaje teórico, la sistematización y socialización; estas cualidades conlle- van a plantear que la investigación se realice atendiendo al principio de redes de problemas o de comunidades científicas, bajo la concepción de Progra- mas de Investigación, lo que permitiría conferirle un carácter institucional a la acción investigativa, además de promover una acción interdependiente en la producción de conocimiento.

Si bien hacemos uso del programa de investigación, asumimos que una disciplina se configura en un proyecto institucional, a partir de la con- solidación de su objeto de estudio hasta lograr su autonomía y el estable- cimiento de sus teorías, métodos, técnicas y estrategias de investigación; así como la determinación de espacios donde se desarrolla el proceso de enseñanza, transmisión de conocimiento y la práctica profesional.Sin olvidar el aspecto de la construcción de una comunidad científica que a manera de redes académicas produce, intercambia y evalúa su objeto de estudio al interior de su campo disciplinar, la disciplina se descubre como un espacio con capacidad autológica para encontrar, al interior de la misma disciplina, los elementos y procesos explicativos que definen y evalúan su rama de saber. 

En virtud de lo anterior, impulsando en esta digresión, podemos consi- derar que un campo disciplinar determina a los individuos, miembros o no, a experimentar una serie de prácticas que definen los protocolos que determinan la actuación de esa comunidad académica.Así, una disciplina es un campo académico donde existen una pluralidad de actores definidos por relaciones objetivas, quienes desde la posición que ocupan en el campo participan de la distribución del poder o capital “cuya posición determina acceso a específi- cos beneficios inherentes a cada campo, así como una relación de acuerdo a otras posiciones”.Como hacemos notar, la pluralidad de actores y el lugar que ocupan en la estructura o campo establece una función, por lo que po- demos señalar que un campo académico es: 

[...] un espacio complejo compuesto por productores (investigadores y aca- démicos), distribuidores (profesores e instancias de difusión), consumidores (estudiantes, investigadores y estudiosos) e instancias legitimadoras y distribui- doras del bien (universidades e institutos de investigación). El capital eficiente es el cultural que puede ser adquirido por los estudiantes y legitimado a través de títulos y certificaciones. Asimismo, este capital cultural puede transformar- se en capital simbólico de reconocimiento cuando se acumula y los grupos en el poder lo reconocen; entonces los sujetos ascienden a una posición elevada, y adquieren el reconocimiento y la capacidad para definir lo que es legítimo y valioso en el círculo en el que se desenvuelven.

Desde esta perspectiva, la metáfora espacial de los campos, planteada por Pierre Bourdieu y que, de cierta manera, Berthelot retoma para descri- bir y definir el desarrollo de una disciplina, nos lleva a valorar la dimensión histórica e institucional de una disciplina para hablar del porqué y para qué hacemos investigación. 

Ahora bien, debemos dar cuenta de las contingencias del saber discipli- nar no sólo porque estamos frente a un sistema mundo que se vuelve com- plejo sino porque la aparición de la complejidad se da a partir de un sistema social que es incapaz de establecer vínculos de relación entre sistema/entorno (Luhmann). Es decir, la complejidad representa “la sobreabundancia de rela- ciones, de posibilidades, de conexiones”que impide, por ejemplo, que al in- terior del subsistema de la política haya la capacidad política y administrativa en las agencias de gobiernos, en los tomadores de decisiones, en los actores de la sociedad civil para encontrar soluciones. Esta contingencia se extiende a las disciplinas, pues del mismo modo el conocimiento enfrenta una falta de capacidad para sistematizar y ofrecer una interpretación de los procesos y re- laciones que determinan el mundo social. 

La incremental complejidad acarrea una creciente diferenciación funcio- nal hacia el interior de cada uno de los subsistemas que componen el sistema social.Esta reorganización funcional de la sociedad, bajo un modelo acéntri- co, constituye un momento evolutivo del sistema social, lo que permite con- solidar la existencia de subsistemas que se robustecen a partir del desarrollo de su autonomía y posibilidad autopoiética para producir los elementos que permitan su reproducción. De esta manera, podemos advertir que la existen- cia de sistemas complejos es uno de los momentos de la evolución del sistema social para el cual el conocimiento disciplinar no estuvo preparado. 

Es así que consideramos a la interdisciplina como una propuesta teórica que al interior de las comunidades académicas ofrece: 

[...] expandir la mirada de las dinámicas intransitivas que acuden al agotamiento de teorías y metodologías. En otros términos, la interdisciplinariedad bien eje- cutada, por grupos de científicos con marcos teóricos comunes, permite ren- dir cuenta de las articulaciones entre dominios disciplinarios quebrados por el aislamiento del conocimiento multidimensional a partir de una supuesta her- menéutica crítica.

Se debe evidenciar que el desarrollo de un saber interdisciplinario está expuesto a las resistencias que manifiestan disciplinas que abiertamente se opo- nen a reconocer la teoría de los sistemas complejos, una propuesta teórica que busca encontrar, con base en el trabajo colaborativo, avances importantes en las disciplinas de manera singular.Al mismo tiempo que ocurre lo anterior, hay otras ciencias que se abren a la teoría de los sistemas complejos, pero hay contingencias en su receptividad. Incluso, podríamos hablar de una disputa de paradigmas en el que está involucrada la teoría de los sistemas complejos. A saber, esta pugna aún no definida nos pone frente a múltiples teorías expli- cativas en las ciencias sociales. 

Sin omitir el cambio de paradigma que implica pensar desde la simpli- cidad a la complejidad, la interdisciplina está determinada por la existencia de lo complejo, que establece: 

[...] cuáles son las condiciones que debe reunir dicha metodología. En este contexto, metodología “adecuada” significa que debe servir como instrumento de análisis de los procesos que tienen lugar en un sistema complejo y que ex- plican su comportamiento y evolución como totalidad organizada.8

Es por eso que la interdisciplina no es la adición de saberes o disciplinas, o incluso de estudios parciales que atienden un fenómeno, sino que cuando nos hemos referido a la multiplicidad de interacciones asumimos que las co- rrespondencias en las relaciones definen el vínculo que ocurre entre el todo y las partes. Sin embargo, debemos reconocer que muchos de los trabajos interdisciplinarios o pluridisciplinarios cometen errores, pues sólo son ejerci- cios de investigación de convergencia disciplinar en el que se busca, desde su propia perspectiva (método, técnica, instrumento de validación), ofrecer una respuesta a un mismo objeto de estudio, sin exponerse a ser impugnados en su capacidad explicativa, tratando de salvaguardar su autonomía e indepen- dencia como disciplina. 

Nuestro reto es trascender estudios disciplinarios o incluso esas mira- das que adicionan saberes, suponiendo que realizan trabajos con carácter in- terdisciplinario. Orientar nuestro esfuerzo hacia la transdisciplina se debe a que el conocimiento se construye con base en una agenda de investigación abierta a la innovación y que, a su vez, busca explicaciones inclusivas a temas que demandan la atención de saberes que a fortiori se involucran en el trata- miento de asuntos urbanos, estudios regionales, temas sobre violencia, pro- blemas ambientales, entre otros. Estamos más próximos al planteamiento de Jean-Claude Passeron, quien consideraba que la convergencia de las ciencias sociales está determinada por factores geo-históricos, por lo que el contexto espacio-temporal de los fenómenos sociales condiciona a que haya múltiples posibilidades de estudio, ya sea métodos, programas de investigación, etcéte- ra, pues la realidad es inabarcable y es imposible que pueda contenerse en un marco de análisis único. 

Si hay un atributo o capacidad que debe desarrollar el estudioso o es- tudiante en las ciencias sociales es reconocer que: 

[...] el científico es un trabajador de la prueba, un trabajador de la explicación; en las ciencias sociales es también un trabajador del contexto, como dice Jean- Claude Passeron, porque no existe un hecho social que no implique una rela- ción con un determinado contexto de tiempo y de lugar. Es lo que el citado autor llama “propiedad deíctica” de los hechos sociales, es decir, los hechos so- ciales siempre implican una referencia implícita o explícita a actores sociales y a circunstancias de tiempo y de lugar.

De las ideas anteriores derivamos que la transdisciplina, más que la in- terdisciplina, alienta una discusión que garantiza el diálogo a partir de las re- laciones e interacciones al interior de las disciplinas sin estar acotado por las fronteras establecidas por los programas, métodos y técnicas de investigación. Es así que la transdisciplina es: 

[...] un proceso de construcción del conocimiento a través de constantes, nu- merosos y fecundos trabajos teórico-empíricos, abiertos a las tendencias hete- rogeneizantes consustanciales a toda realidad. La transdisciplina está relacionada con el cruce de fronteras disciplinares y de otro tipo de saberes en la construc- ción del conocimiento.10 

 

Bibliografía

1 A. Cova, A. Inciarte, M. Prieto, “Lakatos y los programas de investigación científica. Una opción para la organización investigativa nacional”, Omnia, vol. 11, núm. 3, Maracai- bo, Universidad del Zulia, 2005, pp. 83-108. Disponible en <https://www.redalyc.org/ pdf/737/73711304.pdf> (consulta: 16 de enero de 2020). 

2 Cfr. Jean-Michel Berthelot, La construcción de la sociología, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 

3 Aquiles Chihu,“La teoría de los campos en Pierre Bourdieu”, en Polis, núm. 98, México, uam-Iztapalapa, 1999, pp. 182-183. Disponible en <https://polismexico.izt.uam.mx/in- dex.php/rp/article/view/336/331> (consulta: 16 de enero de 2020).

4 Rosalba Angélica Sánchez Dromundo, “La teoría de los campos de Bourdieu como es- quema teórico de análisis del proceso de graduación en posgrado”, Revista Electrónica de Investigación Educativa, vol. 9, núm. 1, Instituto de Investigación y Desarrollo Educativo, 2007. Disponible en <https://redie.uabc.mx/redie/article/view/161/1032> (consulta: 16 de enero de 2020).

5 Ignacio Izuzquiza,“Introducción”, en Niklas Luhmann, Sociedad y sistema: la ambición de la teoría

 6 Cfr. Danilo Zolo, La democracia difícil, México,Alianza Editorial, 1994.

7 Ronald Rivera Alfaro, “La interdisciplinariedad en las ciencias sociales”, Reflexiones, vol. 94, núm. 1San José, Universidad de Costa Rica, 2015. Disponible en <https://www. redalyc.org/jatsRepo/729/72941346001/html/index.html> (consulta: 21 de enero de 2020). 

8 Rolando García, “Interdisciplinariedad y sistemas complejos”, Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales, vol. 1, núm. 1, Buenos Aires, Universidad Nacional de La Plata, 2011, p. 67. Disponible en <https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&es rc=s&source=web&cd=1&ved=2ahUKEwjowLjJxZXnAhUI2qwKHQDDHQQFjAAegQI AhAB&url=https%3A%2F%2Fdialnet.unirioja.es%2Fdescarga%2Farticulo%2F3869767.pd f&usg=AOvVaw3qBUfsCLJPhjz_2T7tKUWm> (consulta: 21 de enero de 2020). 

9 Martha Rizo García y Tania Rodríguez Mora, “Epistemología y habitus académico en la enseñanza de la investigación. Entrevista a Gilberto Giménez Montiel”, Andamios. Re- vista de Investigación Social, vol. 13, núm. 31, mayo-agosto, México, Universidad Autóno- ma de la Ciudad de México, 2016. Disponible en <http://www.scielo.org.mx/scielo. php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632016000200177> (consulta: 21 de enero de 2020)

10 Enrique Luengo González,“La transdisciplina y sus desafíos a la universidad”, en Enrique Luengo González (coord.), Interdisciplina y transdisciplina: aportes desde la investigación y la intervención social universitaria, Guadalajara, iteso, 2012, p. 11. 

 

 

 

 

 

conversatorio 1 (segunda parte) proyecto Papime 303319

Complejidad como nuevo supuesto


Porfirio Mauricio Gutiérrez Cortés

 

En referencia singular al campo de la administración pública, para Gjelstrup y Sorensen21 enfrentar la comprensión de nuevas preguntas desde este campo, implica poner en juego la relación entre dos elementos analíticos. Por un lado, la identificación de los principales cambios empíricos ocurridos en el seno de las democracias liberales, así como la consideración de sus implicaciones en el desarrollo de las sociedades y por otro el conjunto de las aproximaciones y desarrollos teórico-conceptuales desde los cuales se busca su adecuado dimensionamiento, tratamiento y explicación. De acuerdo con estos autores, el principal objetivo que anima el desarrollo del campo de conocimiento es la búsqueda por observar, comprender y explicar las múltiples dimensiones de transformación y cambio de las sociedades contemporáneas y sus impactos en los fenómenos administrativos. Éstos, vale añadir, se caracterizan por una variable que sintetiza su relación: complejidad.

Los cambios en las condiciones de operación y funcionamiento de los aparatos administrativos ocurridos a lo largo de las últimas tres décadas, sin generalizar las formas diversas de impacto y asimilación por parte de los países que integran las distintas tradiciones administrativas,dieron lugar a intensos procesos de centralización y fragmentación en los sistemas políticos de diversas democracias liberales, tanto avanzadas como en fortalecimiento. De manera que, en términos generales, como apuntan Gjelstrup y Sorensen, “el cambio radical en la manera en que se realiza la gestión pública requiere de reconsiderar la organización, rol y funcionamiento de la administración pública”.

Una forma de reconocerlo es que distinguimos una especie de necesaria ampliación en la significación de algunos de sus principales supuestos. Peters ejemplifica esto en la forma de un juego de implicaciones. Propone distinguir que, en el estudio de la administración pública, a partir de la década de los setenta y ochenta, observamos un giro que va de la posibilidad de contar con respuestas sencillas, hacia un escenario que se caracteriza por presentar preguntas difíciles. Las primeras amparadas en un marco de comprensión que suponía una relación estrecha entre un conjunto de formas organizadas de conocimiento surgido de necesidades prácticas sobre su operación y eficiencia. Y las segundas, sobre las que resulta difícil distinguirlas como producto un desarrollo teórico-metodológico particular, o como resultado de la re dimensión de su objeto simbólico. Lo cierto es que, como parte indispensable de su reflexión contemporánea, se distinguen nuevos actores, tanto en el entorno de competencia política vinculados con el diseño de políticas, como a través de las nuevas categorías empleadas para aproximarse a su práctica y estudio tales como directores, productores de bienes y servicios públicos, y clientes y usuarios. En síntesis, un escenario en el que priva la necesidad de dimensionar la complejidad de lo observado como una condición indisociable, no dependiente del medio de análisis, y que demanda novedosas formas de observación y análisis.

Al mismo tiempo, estas formas y sus significados, en muchos casos se traslaparon –más que integraron– con las formas y estructuras de viejos conceptos y estructuras sobre formas organizacionales y del funcionamiento de los gobiernos, como las condiciones propias de las burocracias públicas gubernamentales. Así, por ejemplo, no obstante, ha sido posible establecer criterios de aproximación para redefinir formas distintas de governance, se han promovido de igual manera la desvinculación entre formas tradicionales de gobierno jerárquico burocrático y los procesos de coordinación como señalan Gjelstrup y Sorensen.

En este mismo plano podemos señalar la importancia que ha adquirido el fortalecimiento de la democracia en las agendas de gobierno y de investigación en distintas tradiciones. Sólo por poner otro ejemplo, se han puesto en evidencia cada vez con mayor énfasis e importancia las problemáticas que enfrentan las estructuras de organización y operación de las organizaciones gubernamentales frente a procesos políticos, electorales, y de movimientos sociales como el feminismo. Lo cual, al tiempo, ha dejado ver las debilidades de las condiciones de desarrollo burocrático, que lucen cada vez más son ineficaces, costosas y alejadas del bien común (Nieto), al tiempo que se afirman como instrumento de control y dirección de la vida pública.

Este mismo interés es destacado por Dragan Staniesevski y Hugh Miller, como un espacio del que emerge la necesidad de considerar la importancia de la deliberación inter-cultural como resultado del reconocimiento de la diversidad y la pluralidad; Karina Sehested apunta el rol democrático de los ejecutivos-administrativos en los gobiernos locales en la dirección de sus estructuras burocráticas; o bien en un sentido similar al de G. Peters, Juliet Musso plantea diversos cuestionamientos en relación con el rol de la administración pública en el desarrollo e institucionalización de nuevas formas de fortalecimiento democrático.

El objetivo de presentar estos argumentos es señalar que las transformaciones que tienen lugar en los sistemas políticos y en las prácticas administrativas han dejado ver nuevos e intensos debates para los cuales es menester redefinir nuestra propia concepción de disciplina, así como ampliar el registro de posibilidades de alcance interpretativo del propio campo. A diferencia de la agenda en la construcción teórica en la administración pública a lo largo de la primera mitad del siglo XX, que se concentró en la mejora en los procesos organizacionales, la eficiencia de las estructuras de coordinación y el diseño de reformas gerenciales, las últimas décadas han vuelto la vista sobre preguntas que reconocen también la preocupación por contribuir a que las instituciones públicas sean más efectivas y acordes al fortalecimiento de la gobernación democrática. En general esto ha destacado la importancia por reconsiderar y plantear nuevas formas de aproximación para comprender por ejemplo el papel de los modelos de desarrollo organizacional bajo nuevas perspectivas teóricas. Lo cual, abre necesariamente la puerta a la investigación interdisciplinaria, aunque, como hemos visto, manifiesta los retos disciplinarios del campo de la administración pública para poder hacerlo.

De la literacidad como proceso


Salvador Mora Velázquez

 

Las prácticas sociales son determinantes para reconocer las formas de la lectura y la escritura que se asocian con prácticas más ampliadas. Por ejemplo, leer un cuento, un tipo de lectura que apela a un sentido emotivo, se puede desarrollar en pareja en un círculo familiar o de amistad en el que en el ejercicio de compartir se trata de incidir sobre el escucha. De esta manera se está ante la construcción particular de la realidad, por el que la lectura sólo cobra sentido en el contexto descrito. Lo mismo ocurre cuando leemos las instrucciones de una receta, las cuales se leen no para decodificar si no para establecer una serie de acciones específicas en el entorno de la casa y/o el aprendizaje.

La forma de leer implica comprensión, leer y releer las instrucciones para el uso de un electrodoméstico o, incluso, las preguntas que se desprendan de la lectura en pareja o con varias personas de un cuento. En este caso el emisor establecerá el sentido y fin de la misma lectura. Las probables correcciones o énfasis que pretenda manifestar el lector se pondrán a prueba en el escucha o escuchas. Es así que no sólo pretendemos depositar una idea en la audiencia, sino que además tratamos de generar un uso de la lectura que no sólo refiere a una práctica letrada coherente y que podríamos definir como la literacidad en familia; literacidad académica o literacidad informativa.

Es necesario reconocer que si bien hay una pluralidad de literacidades donde es manifiesta la especificidad de cada una de ellas en el modo o el uso de la lectura y la escritura, también es cierto que es una clasificación netamente metodológica, pues hay que advertir que “...las prácticas letradas a una situación suelen migrar a otros contextos y reescribirse desde nuevos ámbitos...”

Antes de proseguir conviene considerar una mínima definición y una delimitación de la literacidad como una acción que determina un sentido so- cial de la lectura y la escritura. Pues al leer y escribir tenemos un trasfondo, leo para saber del funcionamiento de un electrodoméstico, leo una receta para preparar alimentos, leo para armar un aparato o instrumento, leo para resolver un crucigrama, leo el periódico para informarme, o escribo un desplegado para manifestar mi rechazo o aceptación a una causa, escribo una carta de amor para mostrar un sentimiento.

En esta suma de acciones de lectura y escritura, estas dos actividades no son un fin en sí mismo, por el contrario, permiten acciones que subrayan el uso de ambas actividades.

Por tanto, podemos señalar que la literacidad se define como:

...todos los conocimientos y actitudes necesarios para el uso eficaz en una comunidad de los géneros escritos. En concreto, abarca el manejo del coìdigo y de los geìneros escritos, el conocimiento de la funcioìn del discurso y de los roles que asumen el lector y el autor, los valores sociales asociados con las praìcticas discursivas correspondientes, las formas de pensamiento que se han desarrollado con ellas, etc.

Como hemos referido podemos reconocer múltiples literacidades, Daniel Cassany o Virginia Zavala reconocen multiliteracidad o biliteracidad, que obligan a describir sus atributos específicos; por ejemplo es de nuestro interés atender la literacidad informativa que, en un contexto global, ha sido rebasado el espacio de la biblioteca o del libro mismo, para situarse en espacios como son el uso y búsqueda de información en la red.

Sin embargo, es muy importante tener cuidado en considerar la acriticidad que el usuario de la internet muestra ante este medio, pues evita evaluar y advertir que no toda información cumple estándares que el medio impreso trataba de cuidar, sobre todo en el medio académico, bajo los mecanismos de evaluación a los que se somete un producto editorial.

Antes de continuar tenemos que saber qué entendemos por literacidad. Un punto de partida mínimo que nos sitúe ante un problema que se incre- menta con la internet, y propiamente por literacidad informativa la cual se define como aquella “... capacidad de buscar, encontrar, evaluar y manejar datos en una biblioteca electroìnica tan descomunal como Internet.” Con esta sencilla definición no queremos simplificar este concepto sino, incrementar nuestra compleja relación entre el usuario y la información. Asimismo, queremos ofrecer dos atributos fundamentales para navegar con criterio en la red y con ello, obtener información lo más creíble posible.

Algo importante es que no podemos omitir que la credibilidad es un rasgo básico para todo documento, sobre todo si es académico, por eso requerimos que el material buscado en ese marasmo de información, donde conviven documentos de alta calidad, junto a información inverosímil o banal, por eso, del material obtenido de la red se busca se apegue a las normas de calidad de un texto impreso.

Surfear en la red con resultados óptimos en la búsqueda de información demanda credibilidad, la cual se compone de fiabilidad (la cual es producida por la confianza que deviene como un atributo que despliega la página, por- tal, medio que aloja o respalda. En suma estamos hablando de la intencionalidad y veracidad de la fuente que nos proporciona la información). El otro elemento necesario es la competencia, referida como la capacidad para desarrollar o dotar de un atributo a algo o alguien. Para nuestro trabajo entendemos que el atributo de competencia se asocia con la verificabilidad o experiencia que provee el ejercicio de la fundamentación de la información generada.

De esta manera estamos frente a un reto, pues hay un analfabetismo o déficit de criterios para evaluar la calidad de la información que se encuentra en la red; se vuelve contradictorio este momento, pues a mayor información menores filtros o criterios tenemos para ordenar, jerarquizar con el objetivo de contruir nuestra propia información.

A pesar de lo anterior, no deja de ser efectivo considerar que toda información guarda valores intrínsecos, que no son proporcionados de manera impresa o digital. Leer críticamente implica dejar de suponer una serie de omisiones que pueden costar caro si no tenemos la capacidad para discernir con pertinencia los criterios de confiabilidad, a saber: competencia y fiabilidad. En suma esos valores intrínsecos enmarcan el texto en supuestos que como garantías permiten confiar en la calidad del producto.

a)Todo documento mantiene un sesgo o se circunscribe a una perspectiva específica por lo que no existe una neutralidad o falta de compromiso. Todo escrito trata de convencernos de algo.

b)Todo documento es un producto en el que hay una evaluación o prueba que expone a las ideas a un protocolo de búsqueda de evidencias que fundamenten lo expuesto para ser aceptado o rechazado.

Por tanto, un atributo explícito en todo texto producido es que responde a un contexto geográfico, histórico; tenemos que considerar que responde a una perspectiva específica. La dimensión social del texto implica que reconozcamos que hay en su creación una perspectiva que la determina, es decir, “... los discursos culturales, las ideologías políticas y los intereses económicos se transmiten, transforman y pueden ser desafiados.”

Por eso, pensar en el estudiante implica colocarlo en el centro de la construcción de su propio conocimiento, a partir de un ejercicio cooperativo y corresponsable en el que alentemos el desarrollo de capacidades para impulsar una persona crítica, es decir que sea capaz de:

... Comprende[r] autónomamente el propósito lingüístico, las intenciones pragmáticas y los puntos de vista particulares que subyacen a los discursos que le rodean;

toma[r] conciencia del contexto (contenido cognitivo, género discursivo, comunidad de hablantes, etc.) desde el que se han elaborado dichos discursos;

[...] construir discursos alternativos, que defiendan sus posiciones personales y que se vinculan polifónicamente o intertextualmente con los anteriores;

utiliza[r] todos los recursos linguiìsticos disponibles para conseguir representar discursivamente sus opiniones a traveìs de esos segundos discursos.

 El propio Cassany advierte de este nuevo momento que considera complejo, pues el usuario ocupa un nuevo rol, el “prosumidor”, es decir productor y consumidor son una misma persona. Incluso podemos forzar más la idea y señalar un creador de contenido no debe ir a la búsqueda de un editor fuera de casa, hoy hay una multiplicidad de medios que permiten la difusión, ya sea twitter, facebook, blogspot, podcast. Todas ellas son herramientas útiles que permiten que la lectura del producto creado se distribuya, cumpliéndose así un nuevo momento para lectura, hay mayores canales para la socialización del texto leído. Al mismo tiempo, como lo hemos mencionado y, quien conozca un poco de las herramientas tecnológicas, el uso de podcast, de teléfonos inteligentes ofrecen una variabilidad anteriormente sometida a la privacidad de clubes de lectura, lecturas colectivas a manera de homenajes que permitieron que el ejercicio de leer recobrara su sentido de oralidad.

El momento pos Gutenberg está frente a nosotros, como un vuelco que acelera las novedosas formas en que los lectores recientes se pueden acercar a un autor o texto. El audio es parte de un nuevo momento que recrea y es una herramienta utilísima en el aula para construir repositorios, que están al alcance de todos, donde la lectura en voz alta se recrea como un ejercicio escolar que solventa la gana, apatía, ¿por qué no?, la falta de tiempo para realizar una lectura a pesar de que se haga en una tablet o frente a la pantalla de la computadora o teléfono inteligente. Hoy la lectura es posible en cualquier espacio donde, con sólo oprimir play se desencadena una narración sonora que puede ser escuchada ya sea por altavoces o en la privacidad que permite el uso de auriculares portátiles.

De esta manera podemos señalar que, si bien la internet apertura un campo de oportunidad para socializar y al mismo tiempo, intercambiar puntos de vista, construir repositorios de audio y video, también nos expone a retos y necesarias estrategias para localizar, evaluar y usar la información. Sin em- bargo, hay que ampliar nuestra mira y complementar las competencias o habilidades resumidas en tres acciones básicas para posicionarse en actividades concretas que el aula debe atender,

... 1) alfabetización en herramientas –conocimiento y uso de las herramientas dentro de las tecnologías de la información, incluyendo el hardware, el software, y los programas de multimedia;

2) alfabetización en recursos –conocimiento de las formas y métodos de acceso a los recursos informacionales, especialmente los que están en red;

3) alfabetización investigadora –uso de las herramientas de T I para la investigación y el trabajo académico;

4) alfabetización para la publicación –habilidad para difundir y publicar información...

Podemos advertir una configuración de habilidades y competencias que definirían una literalidad tecnológica o electrónica, que se adiciona a otros tipos de literacidades que corresponden a la clasificación de los géneros narrativos. Desde el aula en la mayoría de ocasiones estamos condicionados a dotar al alumno de competencias y herramientas, para la comprensión, interpretación y creación de textos científicos. Sin embargo, a pesar de esta coerción podemos considerar que la literacidad es:

... la suma de un proceso psicológico que utiliza unidades linguiìsticas, en forma de producto social y cultural. Cada texto es la invencioìn social e histoìrica de un grupo humano y adopta formas diferentes en cada momento y lugar, las cuales tambieìn evolucionan al mismo tiempo que la comunidad. Aprendemos a usar un texto participando en los contextos en que se usa...

De lo anterior podemos desprender que, apelar a la existencia de una literacidad académica implica dar cuenta de la adquisición de una capacidad que como principio y fin último no se puede omitir o suponer que todo alumno cuenta, pues leer críticamente implica discernir, desarrollar capacidad reflexiva y capacidad para hacer uso de la información seleccionada.

Por lo anterior, podemos afirmar que la literacidad académica más que una definición debemos describirla como un proceso que permite “... desarrollar la capacidad de evaluar la información mediante la lectura crítica y crear nueva información mediante las técnicas de investigación.”

Sin hacer de lado la responsabilidad del conocimiento, la formación académica de los estudiantes nos obliga a valorar qué conocimientos produce y reproduce y cómo son adquiridos, incluso a partir de lo descrito en el contexto de la internet no deja de ser relevante cómo se establece la difusión.

De lo anterior se desprende una serie de valores que en y para el estudiante describen su papel en la creación de conocimiento. Asumir una actitud crítica permite habilitar prácticas de autorregulación que posibilitan la evaluación, corrección, modificación de aquellos elementos que arrojan equilibrios que abran un futuro que trascienda los dos elementos centrales de la educación: formación y producción de conocimientos.

Lo que todo administrador público debería saber

  


Tanit Carolina Borja

 

Tomando en consideración los señalamientos de algunos egresados de la licenciatura que actualmente se desempeñan como servidores públicos, se puede discernir que dentro del cúmulo de conocimientos que los estudiantes de nuestra licenciatura deberían saber, de manera general y para contar con los mínimos elementos para el ejercicio de la profesión, se encuentran, aquellos relacionados a los fines del Estado que se establecen en la Constitución Política que son los mecanismos de acción habituales para atender los objetivos del gobierno, como las políticas públicas, los planes, programas, y su marco jurídico de acción, la racionalidad de los actores que intervienen en y para el cumplimiento de los estos objetivos, la administración de los recursos, el acceso a la información, la transparencia y rendición de cuentas, así como los efectos (costos) e implicaciones en los procedimientos y operaciones de la decisiones de los actores. 

En resumen, efectuar los fines estatales-gubernamentales, la organización de las acciones, el uso de los recursos materiales y medios, la medición de resultados, el recurso tecnológico, la eficiencia y eficacia en el manejo de lo público está estrictamente encaminado a la satisfacción de las necesidades de la sociedad y a la articulación del poder con diferentes actores dentro del sistema político. 

Desde luego que también es fundamental que el estudio de la administración pública contemporánea sea estimado a la luz de los acontecimientos actuales que intervienen de manera terminante en su función y operación, por lo que es indispensable que los estudiosos de la administración pública tomen en cuenta nuevas perspectivas que revaloren tanto el carácter teórico como la praxis, manteniendo una actitud crítica y reflexiva para desarrollar conocimientos que faciliten el entendimiento de su sentido social, político y administrativo. 

Estas perspectivas consisten en reflexionar acerca de la rigidez y en ocasiones la desvirtuada relación entre objetivos y acciones del ejercicio actual de la administración pública y dar paso a la flexibilización, revalorización de la función del servidor público, el combate a la corrupción, la creatividad, innovación, y modernización. La administración pública siempre refleja la capacidad del Estado para gobernar atendiendo las permanentes, cambiantes y complejas demandas sociales, su desafío es precisamente el desarrollo de esas capacidades nunca de manera unilateral, siempre con el acompañamiento de los ciudadanos. 

El cambio propio de la complejidad social, es quizá el más importante de los desafíos de la administración pública y por ende de quienes formamos parte de ella, pero adaptarnos a ese cambio siempre será la clave para la estabilidad política, debemos ser capaces de modificar paradigmas para convertimos en agentes de cambio en beneficio de todas y todos. 

No debemos restar importancia al hecho de que la administración pública como administración de la sociedad refleja las circunstancias por las que atraviesan los gobiernos en turno, las condiciones económicas locales e internacionales, los problemas coyunturales, las agendas de los poderes fácticos y la propia evolución social, lo que la sitúa en un papel estratégico y determina su función como trascendental, por lo que el estudio de esta ciencia debe desarrollarse con alcances renovadores en constante actualización, y ser lo suficientemente flexible para ajustarse a los cambios persistentes en la sociedad. 

Por otra parte, la estructura teórico-metodológica de la administración pública no puede ser entendida bajo la lógica de la administración de empresas, ni tampoco debe ser vista como antagónica a ésta, pues a la primera, la legitiman los fines del Estado y las acciones del gobierno en un ámbito altamente complejo debido a su referente social; mientras que la segunda, se ciñe en exclusiva a la lógica de la organización empresarial que a partir de fines específicos traza los medios para su cumplimiento, sus normas organizativas y distribución de funciones, todo ello, acompañado de herramientas técnicas, y principios de eficiencia y eficacia. Lo anterior, obliga a que esta ciencia, continúe su evolución más allá del enfoque administrativo, orientada a crear y desarrollar las condiciones que faciliten el aprovechamiento de los recursos, tomando en cuenta las necesidades sociales. 

Los especialistas de la administración pública, señalan que los referentes tanto conceptuales como empíricos que revaloran su contenido científico y disciplinario están vinculados al análisis de sociedades abiertas con ciudadanos más participativos y contestatarios, al replanteamiento de las políticas públicas como herramienta para generar soluciones de atención de necesidades, procesos redistributivos, desarrollo de la corresponsabilidad y rendición de cuentas, la gestión de lo público, la habilitación de las capacidades de gobernar bajo los principios de la democracia y la implementación de valores cívicos esenciales para la convivencia armónica de la sociedad. 

Asimismo, repensar la administración pública supone contemplarla como un sistema institucional abierto e incluyente, en donde tienen cabida organizaciones de diversa índole promueve la autogestión, la cooperación so- cial y revitaliza lo público con un enfoque de descentralizado de política y administración. Sin duda lo más relevante, en la construcción de estos nuevos referentes es el sentido ético y cívico de las relaciones entre sociedad y gobierno, sin dejar de lado una revisión profunda de lo público y el interés común. 

Es así que el necesario replanteamiento del estudio y la enseñanza de la administración pública, debe ser congruente con las necesidades y transformaciones de la sociedad, conservando en todo momento su capacidad analítica e interpretativa para estar en las mejores condiciones de incrementar su capacidad de respuesta.

 

Esbozo histórico de la ciencia y la tecnología en relaciones internacionales

 

Marco Antonio Lopátegui Torres

 

Los cambios estructurales que ha enfrentado la sociedad internacional a consecuencia del desarrollo tecnológico, científico e industrial, han sido innegables desde la concepción internacional del desarrollo con base en los mayores avances de estas tres cuestiones.6 

Desde la visión determinista del desarrollo científico y tecnológico, la noción de progreso ocupa un lugar fundamental y estuvo en boga en la época de la industrialización, de la producción masiva y el auge económico, bajo la concepción de que, por fin, el hombre había triunfado y se había impuesto sobre la naturaleza. 

Según esta corriente, postulada por administradores, internacionalistas, ingenieros, y presente en el imaginario colectivo popular, la tecnología actúa como motor del cambio social, siendo también determinista de la historia. Esto quiere decir que la implementación de una tecnología específica causa transformaciones sociales, moldea y condiciona las conductas, las costumbres y el funcionamiento general de la sociedad que la acoge. Es como una piedra que viene del exterior y trastoca todos los aspectos de la vida pública y privada. 

Por ejemplo, puede afirmarse que la Europa del siglo XV no estuvo en la capacidad de emprender su travesía de descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo hasta que tuvo el conocimiento de la brújula y de otros aparatos de navegación, o que la Revolución Protestante encabezada por Martín Lutero no hubiera sido posible –ni tan siquiera imaginable– de no ser por la difusión de la imprenta en Europa. Ahora, acercándose un poco más a este tiempo, se podría decir que la expansión de las ciudades no hubiese sido posible sin la nueva organización social de la producción en torno a centros de trabajo, hecho que fue reforzado con la utilización del automóvil. No obstante, no debe dejarse de lado que, en la base del avance tecnológico se encuentra el ámbito social, político y económico de una sociedad con un marco normativo y de costumbres que permite la evolución de éste. 

El conocimiento científico y tecnológico se constituye como una de las principales riquezas de las sociedades contemporáneas y es un elemento in- dispensable para impulsar el desarrollo económico y social de un Estado, así como para hacer frente a las distintas amenazas o riesgos naturales y sociales. Por ello, se ha convertido en una herramienta necesaria para la transformación de las estructuras productivas, la explotación racional de los recursos naturales, el cuidado de la salud, la alimentación, la educación y otros requerimientos sociales. 

La ciencia y la tecnología han estado presentes en las relaciones internacionales –entendidas éstas como vínculos entre comunidades políticas diferenciadas– desde los descubrimientos que la época del Renacimiento trajo consigo, cuando se comenzó a indagar y cuestionar tanto la naturaleza del ser humano como la su entorno y los procesos que se creía que eran inmutables como la rotación y traslación de la Tierra, la composición del Universo, etc.

Por lo anterior, se considera que la ciencia es una actividad que tiene lugar en el seno de la sociedad y, en términos generales, está sujeta a los ya normalizados condicionamientos culturales, ideológicos, políticos y económicos. Por ello, la percepción pública de la ciencia y la inserción de ésta en el mundo, siempre van cambiando en consonancia con las transformaciones sociales a través de la historia,10 aunque no todos estos procesos son de la misma envergadura. 

Prácticamente, desde dicho avance paulatino pero constante en la esfera global, la ciencia ha jugado un papel fundamental en la forma de interactuar de todo sujeto de derecho internacional. Y, además, ha generado códigos para su correcta evolución y regulación, de tal forma que se logre evitar el mal uso de ésta ponderando el beneficio y bienestar de la sociedad. 

Por otro lado, la historia de la tecnología y su auge ha estado definida por las grandes revoluciones y las grandes guerras; por ejemplo, durante la Guerra Fría y el mundo bipolar los Estados descubrieron las importantes ventajas al mantener una economía de guerra de la mano del avance científico y tecnológico. 

En cuanto a la región de América Latina, la preocupación por aprovechar las oportunidades que el conocimiento científico y tecnológico ofrecen ha 

9 En sí, la ciencia ha influido más en la vida de las personas por sus ideas que por sus productos y con esto se logró llegar a la generación de un razonamiento basado en la lógica y en la comprobación de experimentos a través del ensayo y error. Por tanto, la evolución gradual de la ciencia estuvo tocando y transformando permanentemente cada lugar del mundo donde llegase, hasta el día de hoy. Ha sido un viejo anhelo presente en las políticas desarrollistas que los países iniciaron en la segunda mitad del siglo XX. El pensamiento acerca del desarrollo, que fue madurando en la segunda posguerra –gracias al expansionismo ideológico europeo–, identificó como una de sus metas principales la lucha contra la pobreza e instaló la idea de que el éxito en tal empeño trasciende el mero crecimiento de la economía, ya que conlleva esencialmente la modernización de las estructuras sociales y el desarrollo humano integral.

También se tuvo la idea de comenzar a regular el desarrollo tecnológico, esto debido a que, en la época de guerra, los países europeos y sobre todo Estados Unidos habían tomado el liderazgo en innovaciones que atentaban de forma violenta contra la vida no sólo del ejército opositor en combate, sino también de la población civil. En ese momento, los organismos internacionales comenzaron a condenar el discurso de perpetuar la tecnología como medio de legítima defensa en relaciones internacionales y se abogó por un sistema en donde se prohibiera el desarrollo tecnológico nuclear debido a la amenaza de la destrucción mutua asegurada y en general, se rechazaron los principios de las escuelas realistas que tanto habían sido defendidas por Estados Unidos y la Reino Unido de ese entonces. 

En los primeros años del siglo XXI, la situación dio indicios de revertirse. Actualmente, la política científica y tecnológica ha sido incorporada a la agenda de los países, no sólo de los desarrollados, sino también de los que se encuentran en vías de desarrollo. La mayor parte de los países han comenzado a formular y aplicar políticas de estímulo a la innovación a través de la creación de sistemas de gestión tecnológica o grandes sistemas de innovación. Como resultado, la cooperación internacional en ciencia y tecnología ha crecido y nutre cada vez más las relaciones del mundo; de hecho, la inversión en ciencia, tecnología y educación superior ha aumentado en casi toda Latinoamérica. 

 

La agenda del medioambiente: una agenda interdisciplinaria


Eduardo Torres Alonso


Un problema no existe como tal si no es percibido y asumido de esa manera; es decir, resulta de una construcción política –subjetiva e interesada– de una comunidad17 y, para su solución, debe ser considerado como un sistema complejo. La propuesta de solución, como decisión deliberada de la autoridad, del Estado, es una política pública. Se está, pues, en el terreno de la administración pública. Al respecto, conviene recordar algunas características de las políticas públicas: 

Estabilidad. La medida en la que las políticas son estables en el tiempo. Pero no se debe confundir estabilidad con rigidez. Contar con políticas estables no significa que las políticas no puedan cambiar en lo absoluto, sino más bien que los ajustes respondan a cambios de las condiciones económicas o a defectos de las políticas, más que a caprichos políticos. 

Adaptabilidad. La medida en la que es posible ajustar las políticas cuando éstas fallan o cuando las circunstancias cambian. Ésta es la otra cara de la moneda de la estabilidad. Las políticas deben ser lo bastante flexibles para responder a las sacudidas o cambiar con los tiempos, pero no tanto que sean susceptibles de manipulaciones políticas. 

Coherencia y coordinación. La medida en la que las políticas se corresponden con políticas afines y son producto de medidas bien coordinadas entre los personajes que participan en su diseño y aplicación. En vista de la cantidad de piezas dinámicas que integran el proceso de diseño de políticas y la diversidad de intereses e incentivos presentes, la falta de coordinación puede ser intencional o involuntaria. 

La calidad de implementación y ejecución. Más de una política bien concebida ha quedado abandonada en el camino a causa de una aplicación precaria. Cuán bien se aplique y se haga cumplir una política depende mucho de la existencia de una burocracia capaz e independiente 

y de un poder judicial poderoso.
Orientación hacia el interés colectivo. La medida en la que las políticas 

procuran el interés público. ¿Promueven las políticas el bienestar gen- eral o canalizan beneficios privados hacia individuos, facciones o regiones específicos? Esta dimensión guarda una estrecha relación con la desigualdad, ya que los miembros de la élite tienen la influencia económica y política para modificar decisiones políticas y hacer que los favorezcan, apartándolas del interés general. 

Eficiencia. La medida en que las políticas responden a la asignación más productiva de recursos escasos. Esta característica va de la mano con el grado en el que se tiene en cuenta al público, ya que favorecer a sectores específicos en detrimento del interés general constituye por lo general una asignación ineficiente de recursos.

Además, Harold Laswell, considerado el padre de las políticas públicas, desarrolló su propuesta con un perfil trans e interdisciplinario. Como el tema de la degradación ambiental ya es percibido como un problema público, los gobiernos deben ofrecer propuestas de solución y, para ello, debe iniciarse el ciclo de las políticas públicas: 1. Identificación y definición del problema; 2. Formulación de alternativas de solución; 3. Adopción de una alternativa; 4. Implantación de una alternativa seleccionada y 5. Evaluación de los resultados obtenidos.20 

Como se ha dicho, un problema es producto de una definición hecha por un colectivo que, a la par, tiene diferentes expectativas sobre su solución y los medios idóneos para ello. Valores, creencias, interpretaciones están presentes. 

En dos palabras, contextos y circunstancias inciden en lo anterior. En suma, no hay un problema si éste no se construye. 

Un ejemplo ayuda a ilustrar lo anterior. La contaminación y la crisis ambiental son un problema, cierto, pero preocupa en grados y dimensiones diferentes a un grupo social que ha otro. A inicios de 2020, la autoridad gubernamental de la capital de México decidió prohibir el uso de bolsas de plástico en los intercambios comerciales. Esta situación, tan comentada por propios y extraños, no era objeto de discusión hace algún tiempo. 

La introducción de las bolsas de este tipo no es de larga data: a partir de la década de los setenta del siglo XX se vio su “invasión”. El empleo de bolsas y del plástico, en general, era visto como normal y hasta “natural” en la cotidianidad. Ayer como hoy, el efecto nocivo de su uso es el mismo: desintegración tardía (entre 150 y 500 años); obstrucción de cañerías, coladeras y alcantarillas, y su degradación genera compuestos altamente tóxicos como los petropolímeros.

¿A qué se debió este cambio? A un proceso de valoración en la manera en que ese objeto –las bolsas de plástico– inciden en los referentes sociales, en este caso, para el mantenimiento de la vida en el planeta. ¿Cómo se originó este giro en la sociedad? A través del éxito comunicacional de los científicos. Sí, a pesar de que sus hallazgos documentaban que el consumo de plástico generaba múltiples problemas, no fue sino hasta una efectiva campaña de comunicación social (de la ciencia), usando imágenes de bolsas nadando en los mares, por ejemplo, que a las personas les preocupó el tema. Alguien podrá no conocer el mar, pero al ver que especies animales consumían plástico se conmovió y empezó a identificar al objeto como algo que debía ser rechazado. No importa la distancia en la que se produjera el problema, el sujeto sentía que ese problema le era muy próximo y debía hacer algo al respecto. 

El gobierno de la Ciudad de México, a través de una acción legislativa (una política pública), como lo fue la reforma a la Ley de Residuos Sólidos del Distrito Federal, no solucionó el problema de fondo (la crisis ambiental), pero sí contribuyó en algo. Habrá que ver si el problema identificado era en realidad la crisis ambiental o solamente el uso excesivo de bolsas de plástico. 

Pongamos un ejemplo más. La revista Time nombró a Greta Thunberg como la persona del año 2019. Greta inició en 2018 un pequeño movimiento en Estocolmo, Suecia, para que los líderes políticos prestaran mayor atención al cambio climático (o emergencia climática para algunos). El 20 de agosto de ese año, la joven activista uso por vez primera la expresión “Skolstrejk för Klimatet” (huelga escolar por el clima), y pronto generó adhesiones de personas de su edad. A través del uso de las redes sociales digitales (InstagramTwitter Facebook) y de la viralización de su charla en el TEDxStockholm, el tema y ella empezaron a “hacer ruido”. Por su capacidad de atracción y por su discurso, la joven ha participado en la COP24 (24a. Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), celebrada en Polonia, en el Foro Económico Mundial y en la sede de las Naciones Unidas. 

Nuevamente: la evidencia científica sobre el aumento de la temperatura global ahí está desde hace tiempo, pero no había una figura pública (tan joven) que difundiera, sin tecnicismos, lo que podría pasar. Al respecto, conviene mencionar que el incremento de la temperatura generará un deshielo acelerado de los polos, incluso de lo que se conoce como los hielos perpetuos, lo que significará el incremento del nivel de los océanos, haciendo que las costas desaparezcan y provocando que las poblaciones ahí asentadas migren hacia zonas más altas. Con la migración interna esperada, “aparecerán” nuevos problemas: necesidad de fuentes labores, más espacio en las escuelas, posible traslado de enfermedades tropicales; en fin, incremento de los circuitos de marginación de las ciudades. Algunos países, como México, consideran al cambio climático como un asunto de seguridad nacional. Esto no es menor porque entonces un tema medioambiental se vuelve uno que se vincula con la preservación misma del Estado. 

De los dos ejemplos anteriores se desprende una conclusión: sin socialización no hay problemas públicos. 

 

Cinco necesidades para mejorar la docencia



Eduardo Barraza


Primera necesidad: investigar cómo estamos enseñando Antes de emitir cualquier juicio acerca de la enseñanza-aprendizaje de una asignatura y proponer soluciones para su mejor docencia, es necesario, por supuesto, investigar lo más completamente posible lo que hemos venido haciendo. Podríamos ordenar esa investigación según problemas, de los cuales seleccionamos dos que considero inexcusables. El primero son las experiencias docentes. Hay que resaltar que, forzosamente, cada docente ha adaptado los programas oficiales a sus cursos en forma de programas, estrategias, prácticas y ejercicios en el aula. En ese sentido, cada curso es, de hecho, un verdadero experimento docente. Segunda necesidad: ir al paso del desarrollo científico en el mundo y aplicar esos avances a la docencia de la Facultad Al respecto es conveniente observar lo conseguido en ámbitos en apariencia ajenos a las ciencias sociales. Tal como van las cosas en materia científica, ya no es posible pensar en términos de ciencias sociales y naturales como terrenos separados, tampoco en tajantes divisiones entre la psicología y la sociología a la manera de Durkheim. Sin exagerar, lo obtenido en neurociencias y en lo que podríamos llamar pomposamente el “giro evolucionista”, asistimos a un cambio de paradigma en teorías de la racionalidad y, por tanto, de la argumentación. Se ha vuelto lugar común en la academia decir que abandonamos el racionalismo de la Ilustración y empezamos a entender la diversidad del pensamiento humano, pero hasta ahora comienza a quedar claro, en nuestra opinión, qué substituye ese paradigma y cómo puede estudiarse y enseñarse lo recién descubierto. Tercera necesidad: problematizar la docencia de materias particulares y de los campos que abarcan Nos referimos a los placeres y artesanías, el enseñar a descubrir el placer de leer atentamente y releer para aclarar el cómo escriben escritores y escritoras, en particular los de ciencias sociales; el cómo fue que alcanzaron su maestría y se convirtieron en modelos que copiar (preciso: no digo plagiar, sino apropiarse de sus técnicas y procedimientos, como hace el aprendiz de pintor o pintora en la fase inicial). A la vez, descubrir el placer de la escritura y la reescritura propia, entendiendo que puede haber placeres masoquistas en la primera y hedonistas en la segunda. Agradables y desagradables, pero inevitables, son placeres propios de la enseñanza de las artesanías de todos los tiempos que se ha enriquecido con los medios digitales. Gracias a la internet, ahora nos acercamos a esas artesanías íntimamente, por decirlo así, conocemos de manera instantánea las fuentes literarias y científicas de escritoras y escritores, vemos sus retratos o sus videos y sabemos de sus angustias y alegrías al escribir. Si antes eran seres fantasmales que rondaban los márgenes de la página, ahora nuestros escritores preferidos están llenos de mundo, mejor, llenos de mundos. Cuarta necesidad: concebir el trabajo docente como trabajo colectivo Para abordar este punto hay que preguntarnos con qué personal docente contamos en “Argumentación y expresión escrita”. Hay preguntas generales e inevitables, por ejemplo ¿cómo determina nuestra calidad de profesores por asignatura y de carrera la labor docente que desempeñamos? De ningún modo podemos generalizar, pero un síntoma de lo que ocurre es que no tenemos tiempo para ponernos de acuerdo, para llevar a cabo colegiadamente aquello mínimo en que nos pusimos de acuerdo y para monitorear los progresos al respecto. Quinta y última necesidad: partir de lo que hay y no esperar que una entidad externa nos resuelva los problemas Recalcamos: una dificultad para comprender o aceptar la naturaleza colectiva de la docencia, más específicamente, de los grupos de docencia que constituimos los profesores por un lado, y los profesores y los alumnos por otro, es que carecemos de prácticas colegiadas que faciliten analizar los problemas como problemas comunes. En particular, nos faltan medios para aprender de nuestros errores así como de nuestros aciertos –en especial de los errores, pues hay una presión, diríamos que hasta cultural, para no reconocerlos y explicarlos–. Creemos que, en parte, la dificultad está en nuestra muy académica y universitaria tendencia a mirar primero hacia arriba, hacia los grandes modelos de enseñanza, cuando de resolver problemas locales y concretos se trata. Buscamos ser primero iluminados por las y los grandes autores. Si bien es verdad que es necesario, no lo es como condición sine qua non para investigar y experimentar por nuestra cuenta. Debemos mirar hacia abajo, hacia nuestras fortalezas y debilidades, hacia las prácticas efectivas que finalmente están determinando nuestro desempeño y la formación del alumnado que se nos encomienda.

El inicio del conocimiento por José Luis Hoyo Arana

Sabemos que los griegos fueron quienes iniciaron e hicieron fructificar el conocimiento científico, lo que les permitió liberarse de los prejuicios, de los mitos y del pensamiento mágico ligados a héroes y divinidades de distinto signo, que le permitían al hombre común de aquellos tiempos avizorar la incomprensible realidad de su entorno. Dioses benévolos y demonios malignos se mezclaban en un mundo mágico, favoreciendo o perjudicando al mísero ser humano, sujeto a sus vaivenes y caprichos. Sin embargo, cualquier tratado de Historia de la Filosofía (Hegel, Hirscberger, Strauss, Copleston) nos enseña cómo los presocráticos (Tales de Mileto, Anaxímenes, Anaximandro) fueron los primeros en ocuparse de observar directamente la naturaleza y preguntarse por su composición última, ya fuera la tierra, el agua, el aire o el fuego. Es famosa la anécdota en la que Tales de Mileto caminaba contemplando los astros al atardecer, de manera que, distraído en sus observaciones, cayó en una zanja de la que salió maltrecho y enlodado. Una doncella que presenció el percance, se burló de él, lo cual incomodó de tal manera al filósofo que acudió con unos agricultores, a los que comentó que con base a los conocimientos por él adquiridos podían mejorar significativamente sus cosechas. Sus interlocutores obtuvieron productos en abundancia, cuyos beneficios compartieron con el filósofo. Éste a su vez regresó a encarar a la doncella, mostrándole el peculio obtenido y advirtiéndole que no había caído en la zanja por ignorante, sino porque había conocimientos abstractos mucho más importantes para el intelecto humano, que los obtenidos par la simple sobrevivencia. La anécdota de referencia nos proporciona las bases del conocimiento científico: la investigación básica precede a la investigación aplicada, pues esta última no es posible sin el bagaje de conocimientos abstractos que se requieren para su aplicación práctica. Hegel a su vez describiría el proceso del conocimiento desde la simple certeza sensible hasta su culminación en la Ciencia, en la obra cumbre que habría de coronar la trayectoria del idealismo alemán: La Fenomenología del Espíritu. Así pues, no es para nada ocioso empezar el arduo ciclo de la enseñanza universitaria a partir de la filosofía: los conocimientos abstractos, la aplicación de la lógica formal y de la lógica dialéctica, la reflexión teórica que permite contemplar la realidad desde una altura de miras (teoría procede del verbo griego Teoréin, contemplar desde lo alto), para concebirla y comprenderla más allá de su apariencia inmediata. Tras haberse ocupado por un largo periodo de la observación de la naturaleza, los clásicos griegos pasaron de la etapa cosmogónica a la fase antropológica, o sea, a observar la forma en que los hombres conviven y se relacionan entre sí. El primero de ellos fue Sócrates, hijo de una partera, quien advirtió que el conocimiento científico requería forzosamente de una aproximación metodológica y de una reflexión teórica para darle cuerpo y coherencia. En analogía con el oficio de su madre, empleó la mayéutica (que etimológicamente significa parir, dar a luz), como una forma de extraer las ideas y capacidades de sus discípulos a través de la reflexión, hasta llevarlos a razonar y observar por cuenta propia. Sus discípulos asumieron consecuentemente una actitud crítica y solían poner en tela de juicio los mitos y creencias de la sociedad ateniense. Sócrates fue juzgado públicamente y obligado a suicidarse en su celda, bebiendo la poción mortífera de la cicuta. Aunque algunos de sus discípulos, entre ellos Platón, sobornaron a la guardia para que su mentor pudiera escapar, éste les proporcionó una última lección de sustancial contenido ético: agradeció su interés por su libertad y su vida, pero dijo que, como miembro de la ciudad, estaba obligado a acatar las leyes atenienses, y si los jueces se habían equivocado en su fallo, ellos mismos tendrían que reconocer públicamente su error y actuar en consecuencia. Platón aprendió de Sócrates la importancia de la reflexión y del método. Con el correr del tiempo, habría de fundar su propia escuela, la Academia, anexa a los jardines de Academo donde solía pasear dialogando con sus discípulos, diálogo que empleó como método de exposición de los razonamientos sujetos a controversia, para llegar, a través de la discusión, a consecuencias válidas y coherentes. Como método de investigación empleó la deducción axiomática, partiendo de un principio universalmente aceptado y comprobado, para extraer sus consecuencias prácticas. Tal es el principio de la Justicia enunciado en La República, que deriva en la especialización de la actividad laboral y en la división social del trabajo, concibiendo teóricamente una sociedad en cuya cúspide estarían los más sabios, únicos responsables del gobierno de una sociedad justa. Pero vayamos por partes.

Conversatorio 1 (primera parte) proyecto Papime 303319

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