miércoles, 3 de marzo de 2021

Cinco necesidades para mejorar la docencia



Eduardo Barraza


Primera necesidad: investigar cómo estamos enseñando Antes de emitir cualquier juicio acerca de la enseñanza-aprendizaje de una asignatura y proponer soluciones para su mejor docencia, es necesario, por supuesto, investigar lo más completamente posible lo que hemos venido haciendo. Podríamos ordenar esa investigación según problemas, de los cuales seleccionamos dos que considero inexcusables. El primero son las experiencias docentes. Hay que resaltar que, forzosamente, cada docente ha adaptado los programas oficiales a sus cursos en forma de programas, estrategias, prácticas y ejercicios en el aula. En ese sentido, cada curso es, de hecho, un verdadero experimento docente. Segunda necesidad: ir al paso del desarrollo científico en el mundo y aplicar esos avances a la docencia de la Facultad Al respecto es conveniente observar lo conseguido en ámbitos en apariencia ajenos a las ciencias sociales. Tal como van las cosas en materia científica, ya no es posible pensar en términos de ciencias sociales y naturales como terrenos separados, tampoco en tajantes divisiones entre la psicología y la sociología a la manera de Durkheim. Sin exagerar, lo obtenido en neurociencias y en lo que podríamos llamar pomposamente el “giro evolucionista”, asistimos a un cambio de paradigma en teorías de la racionalidad y, por tanto, de la argumentación. Se ha vuelto lugar común en la academia decir que abandonamos el racionalismo de la Ilustración y empezamos a entender la diversidad del pensamiento humano, pero hasta ahora comienza a quedar claro, en nuestra opinión, qué substituye ese paradigma y cómo puede estudiarse y enseñarse lo recién descubierto. Tercera necesidad: problematizar la docencia de materias particulares y de los campos que abarcan Nos referimos a los placeres y artesanías, el enseñar a descubrir el placer de leer atentamente y releer para aclarar el cómo escriben escritores y escritoras, en particular los de ciencias sociales; el cómo fue que alcanzaron su maestría y se convirtieron en modelos que copiar (preciso: no digo plagiar, sino apropiarse de sus técnicas y procedimientos, como hace el aprendiz de pintor o pintora en la fase inicial). A la vez, descubrir el placer de la escritura y la reescritura propia, entendiendo que puede haber placeres masoquistas en la primera y hedonistas en la segunda. Agradables y desagradables, pero inevitables, son placeres propios de la enseñanza de las artesanías de todos los tiempos que se ha enriquecido con los medios digitales. Gracias a la internet, ahora nos acercamos a esas artesanías íntimamente, por decirlo así, conocemos de manera instantánea las fuentes literarias y científicas de escritoras y escritores, vemos sus retratos o sus videos y sabemos de sus angustias y alegrías al escribir. Si antes eran seres fantasmales que rondaban los márgenes de la página, ahora nuestros escritores preferidos están llenos de mundo, mejor, llenos de mundos. Cuarta necesidad: concebir el trabajo docente como trabajo colectivo Para abordar este punto hay que preguntarnos con qué personal docente contamos en “Argumentación y expresión escrita”. Hay preguntas generales e inevitables, por ejemplo ¿cómo determina nuestra calidad de profesores por asignatura y de carrera la labor docente que desempeñamos? De ningún modo podemos generalizar, pero un síntoma de lo que ocurre es que no tenemos tiempo para ponernos de acuerdo, para llevar a cabo colegiadamente aquello mínimo en que nos pusimos de acuerdo y para monitorear los progresos al respecto. Quinta y última necesidad: partir de lo que hay y no esperar que una entidad externa nos resuelva los problemas Recalcamos: una dificultad para comprender o aceptar la naturaleza colectiva de la docencia, más específicamente, de los grupos de docencia que constituimos los profesores por un lado, y los profesores y los alumnos por otro, es que carecemos de prácticas colegiadas que faciliten analizar los problemas como problemas comunes. En particular, nos faltan medios para aprender de nuestros errores así como de nuestros aciertos –en especial de los errores, pues hay una presión, diríamos que hasta cultural, para no reconocerlos y explicarlos–. Creemos que, en parte, la dificultad está en nuestra muy académica y universitaria tendencia a mirar primero hacia arriba, hacia los grandes modelos de enseñanza, cuando de resolver problemas locales y concretos se trata. Buscamos ser primero iluminados por las y los grandes autores. Si bien es verdad que es necesario, no lo es como condición sine qua non para investigar y experimentar por nuestra cuenta. Debemos mirar hacia abajo, hacia nuestras fortalezas y debilidades, hacia las prácticas efectivas que finalmente están determinando nuestro desempeño y la formación del alumnado que se nos encomienda.

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