miércoles, 3 de marzo de 2021

Lo que todo administrador público debería saber

  


Tanit Carolina Borja

 

Tomando en consideración los señalamientos de algunos egresados de la licenciatura que actualmente se desempeñan como servidores públicos, se puede discernir que dentro del cúmulo de conocimientos que los estudiantes de nuestra licenciatura deberían saber, de manera general y para contar con los mínimos elementos para el ejercicio de la profesión, se encuentran, aquellos relacionados a los fines del Estado que se establecen en la Constitución Política que son los mecanismos de acción habituales para atender los objetivos del gobierno, como las políticas públicas, los planes, programas, y su marco jurídico de acción, la racionalidad de los actores que intervienen en y para el cumplimiento de los estos objetivos, la administración de los recursos, el acceso a la información, la transparencia y rendición de cuentas, así como los efectos (costos) e implicaciones en los procedimientos y operaciones de la decisiones de los actores. 

En resumen, efectuar los fines estatales-gubernamentales, la organización de las acciones, el uso de los recursos materiales y medios, la medición de resultados, el recurso tecnológico, la eficiencia y eficacia en el manejo de lo público está estrictamente encaminado a la satisfacción de las necesidades de la sociedad y a la articulación del poder con diferentes actores dentro del sistema político. 

Desde luego que también es fundamental que el estudio de la administración pública contemporánea sea estimado a la luz de los acontecimientos actuales que intervienen de manera terminante en su función y operación, por lo que es indispensable que los estudiosos de la administración pública tomen en cuenta nuevas perspectivas que revaloren tanto el carácter teórico como la praxis, manteniendo una actitud crítica y reflexiva para desarrollar conocimientos que faciliten el entendimiento de su sentido social, político y administrativo. 

Estas perspectivas consisten en reflexionar acerca de la rigidez y en ocasiones la desvirtuada relación entre objetivos y acciones del ejercicio actual de la administración pública y dar paso a la flexibilización, revalorización de la función del servidor público, el combate a la corrupción, la creatividad, innovación, y modernización. La administración pública siempre refleja la capacidad del Estado para gobernar atendiendo las permanentes, cambiantes y complejas demandas sociales, su desafío es precisamente el desarrollo de esas capacidades nunca de manera unilateral, siempre con el acompañamiento de los ciudadanos. 

El cambio propio de la complejidad social, es quizá el más importante de los desafíos de la administración pública y por ende de quienes formamos parte de ella, pero adaptarnos a ese cambio siempre será la clave para la estabilidad política, debemos ser capaces de modificar paradigmas para convertimos en agentes de cambio en beneficio de todas y todos. 

No debemos restar importancia al hecho de que la administración pública como administración de la sociedad refleja las circunstancias por las que atraviesan los gobiernos en turno, las condiciones económicas locales e internacionales, los problemas coyunturales, las agendas de los poderes fácticos y la propia evolución social, lo que la sitúa en un papel estratégico y determina su función como trascendental, por lo que el estudio de esta ciencia debe desarrollarse con alcances renovadores en constante actualización, y ser lo suficientemente flexible para ajustarse a los cambios persistentes en la sociedad. 

Por otra parte, la estructura teórico-metodológica de la administración pública no puede ser entendida bajo la lógica de la administración de empresas, ni tampoco debe ser vista como antagónica a ésta, pues a la primera, la legitiman los fines del Estado y las acciones del gobierno en un ámbito altamente complejo debido a su referente social; mientras que la segunda, se ciñe en exclusiva a la lógica de la organización empresarial que a partir de fines específicos traza los medios para su cumplimiento, sus normas organizativas y distribución de funciones, todo ello, acompañado de herramientas técnicas, y principios de eficiencia y eficacia. Lo anterior, obliga a que esta ciencia, continúe su evolución más allá del enfoque administrativo, orientada a crear y desarrollar las condiciones que faciliten el aprovechamiento de los recursos, tomando en cuenta las necesidades sociales. 

Los especialistas de la administración pública, señalan que los referentes tanto conceptuales como empíricos que revaloran su contenido científico y disciplinario están vinculados al análisis de sociedades abiertas con ciudadanos más participativos y contestatarios, al replanteamiento de las políticas públicas como herramienta para generar soluciones de atención de necesidades, procesos redistributivos, desarrollo de la corresponsabilidad y rendición de cuentas, la gestión de lo público, la habilitación de las capacidades de gobernar bajo los principios de la democracia y la implementación de valores cívicos esenciales para la convivencia armónica de la sociedad. 

Asimismo, repensar la administración pública supone contemplarla como un sistema institucional abierto e incluyente, en donde tienen cabida organizaciones de diversa índole promueve la autogestión, la cooperación so- cial y revitaliza lo público con un enfoque de descentralizado de política y administración. Sin duda lo más relevante, en la construcción de estos nuevos referentes es el sentido ético y cívico de las relaciones entre sociedad y gobierno, sin dejar de lado una revisión profunda de lo público y el interés común. 

Es así que el necesario replanteamiento del estudio y la enseñanza de la administración pública, debe ser congruente con las necesidades y transformaciones de la sociedad, conservando en todo momento su capacidad analítica e interpretativa para estar en las mejores condiciones de incrementar su capacidad de respuesta.

 

Esbozo histórico de la ciencia y la tecnología en relaciones internacionales

 

Marco Antonio Lopátegui Torres

 

Los cambios estructurales que ha enfrentado la sociedad internacional a consecuencia del desarrollo tecnológico, científico e industrial, han sido innegables desde la concepción internacional del desarrollo con base en los mayores avances de estas tres cuestiones.6 

Desde la visión determinista del desarrollo científico y tecnológico, la noción de progreso ocupa un lugar fundamental y estuvo en boga en la época de la industrialización, de la producción masiva y el auge económico, bajo la concepción de que, por fin, el hombre había triunfado y se había impuesto sobre la naturaleza. 

Según esta corriente, postulada por administradores, internacionalistas, ingenieros, y presente en el imaginario colectivo popular, la tecnología actúa como motor del cambio social, siendo también determinista de la historia. Esto quiere decir que la implementación de una tecnología específica causa transformaciones sociales, moldea y condiciona las conductas, las costumbres y el funcionamiento general de la sociedad que la acoge. Es como una piedra que viene del exterior y trastoca todos los aspectos de la vida pública y privada. 

Por ejemplo, puede afirmarse que la Europa del siglo XV no estuvo en la capacidad de emprender su travesía de descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo hasta que tuvo el conocimiento de la brújula y de otros aparatos de navegación, o que la Revolución Protestante encabezada por Martín Lutero no hubiera sido posible –ni tan siquiera imaginable– de no ser por la difusión de la imprenta en Europa. Ahora, acercándose un poco más a este tiempo, se podría decir que la expansión de las ciudades no hubiese sido posible sin la nueva organización social de la producción en torno a centros de trabajo, hecho que fue reforzado con la utilización del automóvil. No obstante, no debe dejarse de lado que, en la base del avance tecnológico se encuentra el ámbito social, político y económico de una sociedad con un marco normativo y de costumbres que permite la evolución de éste. 

El conocimiento científico y tecnológico se constituye como una de las principales riquezas de las sociedades contemporáneas y es un elemento in- dispensable para impulsar el desarrollo económico y social de un Estado, así como para hacer frente a las distintas amenazas o riesgos naturales y sociales. Por ello, se ha convertido en una herramienta necesaria para la transformación de las estructuras productivas, la explotación racional de los recursos naturales, el cuidado de la salud, la alimentación, la educación y otros requerimientos sociales. 

La ciencia y la tecnología han estado presentes en las relaciones internacionales –entendidas éstas como vínculos entre comunidades políticas diferenciadas– desde los descubrimientos que la época del Renacimiento trajo consigo, cuando se comenzó a indagar y cuestionar tanto la naturaleza del ser humano como la su entorno y los procesos que se creía que eran inmutables como la rotación y traslación de la Tierra, la composición del Universo, etc.

Por lo anterior, se considera que la ciencia es una actividad que tiene lugar en el seno de la sociedad y, en términos generales, está sujeta a los ya normalizados condicionamientos culturales, ideológicos, políticos y económicos. Por ello, la percepción pública de la ciencia y la inserción de ésta en el mundo, siempre van cambiando en consonancia con las transformaciones sociales a través de la historia,10 aunque no todos estos procesos son de la misma envergadura. 

Prácticamente, desde dicho avance paulatino pero constante en la esfera global, la ciencia ha jugado un papel fundamental en la forma de interactuar de todo sujeto de derecho internacional. Y, además, ha generado códigos para su correcta evolución y regulación, de tal forma que se logre evitar el mal uso de ésta ponderando el beneficio y bienestar de la sociedad. 

Por otro lado, la historia de la tecnología y su auge ha estado definida por las grandes revoluciones y las grandes guerras; por ejemplo, durante la Guerra Fría y el mundo bipolar los Estados descubrieron las importantes ventajas al mantener una economía de guerra de la mano del avance científico y tecnológico. 

En cuanto a la región de América Latina, la preocupación por aprovechar las oportunidades que el conocimiento científico y tecnológico ofrecen ha 

9 En sí, la ciencia ha influido más en la vida de las personas por sus ideas que por sus productos y con esto se logró llegar a la generación de un razonamiento basado en la lógica y en la comprobación de experimentos a través del ensayo y error. Por tanto, la evolución gradual de la ciencia estuvo tocando y transformando permanentemente cada lugar del mundo donde llegase, hasta el día de hoy. Ha sido un viejo anhelo presente en las políticas desarrollistas que los países iniciaron en la segunda mitad del siglo XX. El pensamiento acerca del desarrollo, que fue madurando en la segunda posguerra –gracias al expansionismo ideológico europeo–, identificó como una de sus metas principales la lucha contra la pobreza e instaló la idea de que el éxito en tal empeño trasciende el mero crecimiento de la economía, ya que conlleva esencialmente la modernización de las estructuras sociales y el desarrollo humano integral.

También se tuvo la idea de comenzar a regular el desarrollo tecnológico, esto debido a que, en la época de guerra, los países europeos y sobre todo Estados Unidos habían tomado el liderazgo en innovaciones que atentaban de forma violenta contra la vida no sólo del ejército opositor en combate, sino también de la población civil. En ese momento, los organismos internacionales comenzaron a condenar el discurso de perpetuar la tecnología como medio de legítima defensa en relaciones internacionales y se abogó por un sistema en donde se prohibiera el desarrollo tecnológico nuclear debido a la amenaza de la destrucción mutua asegurada y en general, se rechazaron los principios de las escuelas realistas que tanto habían sido defendidas por Estados Unidos y la Reino Unido de ese entonces. 

En los primeros años del siglo XXI, la situación dio indicios de revertirse. Actualmente, la política científica y tecnológica ha sido incorporada a la agenda de los países, no sólo de los desarrollados, sino también de los que se encuentran en vías de desarrollo. La mayor parte de los países han comenzado a formular y aplicar políticas de estímulo a la innovación a través de la creación de sistemas de gestión tecnológica o grandes sistemas de innovación. Como resultado, la cooperación internacional en ciencia y tecnología ha crecido y nutre cada vez más las relaciones del mundo; de hecho, la inversión en ciencia, tecnología y educación superior ha aumentado en casi toda Latinoamérica. 

 

La agenda del medioambiente: una agenda interdisciplinaria


Eduardo Torres Alonso


Un problema no existe como tal si no es percibido y asumido de esa manera; es decir, resulta de una construcción política –subjetiva e interesada– de una comunidad17 y, para su solución, debe ser considerado como un sistema complejo. La propuesta de solución, como decisión deliberada de la autoridad, del Estado, es una política pública. Se está, pues, en el terreno de la administración pública. Al respecto, conviene recordar algunas características de las políticas públicas: 

Estabilidad. La medida en la que las políticas son estables en el tiempo. Pero no se debe confundir estabilidad con rigidez. Contar con políticas estables no significa que las políticas no puedan cambiar en lo absoluto, sino más bien que los ajustes respondan a cambios de las condiciones económicas o a defectos de las políticas, más que a caprichos políticos. 

Adaptabilidad. La medida en la que es posible ajustar las políticas cuando éstas fallan o cuando las circunstancias cambian. Ésta es la otra cara de la moneda de la estabilidad. Las políticas deben ser lo bastante flexibles para responder a las sacudidas o cambiar con los tiempos, pero no tanto que sean susceptibles de manipulaciones políticas. 

Coherencia y coordinación. La medida en la que las políticas se corresponden con políticas afines y son producto de medidas bien coordinadas entre los personajes que participan en su diseño y aplicación. En vista de la cantidad de piezas dinámicas que integran el proceso de diseño de políticas y la diversidad de intereses e incentivos presentes, la falta de coordinación puede ser intencional o involuntaria. 

La calidad de implementación y ejecución. Más de una política bien concebida ha quedado abandonada en el camino a causa de una aplicación precaria. Cuán bien se aplique y se haga cumplir una política depende mucho de la existencia de una burocracia capaz e independiente 

y de un poder judicial poderoso.
Orientación hacia el interés colectivo. La medida en la que las políticas 

procuran el interés público. ¿Promueven las políticas el bienestar gen- eral o canalizan beneficios privados hacia individuos, facciones o regiones específicos? Esta dimensión guarda una estrecha relación con la desigualdad, ya que los miembros de la élite tienen la influencia económica y política para modificar decisiones políticas y hacer que los favorezcan, apartándolas del interés general. 

Eficiencia. La medida en que las políticas responden a la asignación más productiva de recursos escasos. Esta característica va de la mano con el grado en el que se tiene en cuenta al público, ya que favorecer a sectores específicos en detrimento del interés general constituye por lo general una asignación ineficiente de recursos.

Además, Harold Laswell, considerado el padre de las políticas públicas, desarrolló su propuesta con un perfil trans e interdisciplinario. Como el tema de la degradación ambiental ya es percibido como un problema público, los gobiernos deben ofrecer propuestas de solución y, para ello, debe iniciarse el ciclo de las políticas públicas: 1. Identificación y definición del problema; 2. Formulación de alternativas de solución; 3. Adopción de una alternativa; 4. Implantación de una alternativa seleccionada y 5. Evaluación de los resultados obtenidos.20 

Como se ha dicho, un problema es producto de una definición hecha por un colectivo que, a la par, tiene diferentes expectativas sobre su solución y los medios idóneos para ello. Valores, creencias, interpretaciones están presentes. 

En dos palabras, contextos y circunstancias inciden en lo anterior. En suma, no hay un problema si éste no se construye. 

Un ejemplo ayuda a ilustrar lo anterior. La contaminación y la crisis ambiental son un problema, cierto, pero preocupa en grados y dimensiones diferentes a un grupo social que ha otro. A inicios de 2020, la autoridad gubernamental de la capital de México decidió prohibir el uso de bolsas de plástico en los intercambios comerciales. Esta situación, tan comentada por propios y extraños, no era objeto de discusión hace algún tiempo. 

La introducción de las bolsas de este tipo no es de larga data: a partir de la década de los setenta del siglo XX se vio su “invasión”. El empleo de bolsas y del plástico, en general, era visto como normal y hasta “natural” en la cotidianidad. Ayer como hoy, el efecto nocivo de su uso es el mismo: desintegración tardía (entre 150 y 500 años); obstrucción de cañerías, coladeras y alcantarillas, y su degradación genera compuestos altamente tóxicos como los petropolímeros.

¿A qué se debió este cambio? A un proceso de valoración en la manera en que ese objeto –las bolsas de plástico– inciden en los referentes sociales, en este caso, para el mantenimiento de la vida en el planeta. ¿Cómo se originó este giro en la sociedad? A través del éxito comunicacional de los científicos. Sí, a pesar de que sus hallazgos documentaban que el consumo de plástico generaba múltiples problemas, no fue sino hasta una efectiva campaña de comunicación social (de la ciencia), usando imágenes de bolsas nadando en los mares, por ejemplo, que a las personas les preocupó el tema. Alguien podrá no conocer el mar, pero al ver que especies animales consumían plástico se conmovió y empezó a identificar al objeto como algo que debía ser rechazado. No importa la distancia en la que se produjera el problema, el sujeto sentía que ese problema le era muy próximo y debía hacer algo al respecto. 

El gobierno de la Ciudad de México, a través de una acción legislativa (una política pública), como lo fue la reforma a la Ley de Residuos Sólidos del Distrito Federal, no solucionó el problema de fondo (la crisis ambiental), pero sí contribuyó en algo. Habrá que ver si el problema identificado era en realidad la crisis ambiental o solamente el uso excesivo de bolsas de plástico. 

Pongamos un ejemplo más. La revista Time nombró a Greta Thunberg como la persona del año 2019. Greta inició en 2018 un pequeño movimiento en Estocolmo, Suecia, para que los líderes políticos prestaran mayor atención al cambio climático (o emergencia climática para algunos). El 20 de agosto de ese año, la joven activista uso por vez primera la expresión “Skolstrejk för Klimatet” (huelga escolar por el clima), y pronto generó adhesiones de personas de su edad. A través del uso de las redes sociales digitales (InstagramTwitter Facebook) y de la viralización de su charla en el TEDxStockholm, el tema y ella empezaron a “hacer ruido”. Por su capacidad de atracción y por su discurso, la joven ha participado en la COP24 (24a. Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), celebrada en Polonia, en el Foro Económico Mundial y en la sede de las Naciones Unidas. 

Nuevamente: la evidencia científica sobre el aumento de la temperatura global ahí está desde hace tiempo, pero no había una figura pública (tan joven) que difundiera, sin tecnicismos, lo que podría pasar. Al respecto, conviene mencionar que el incremento de la temperatura generará un deshielo acelerado de los polos, incluso de lo que se conoce como los hielos perpetuos, lo que significará el incremento del nivel de los océanos, haciendo que las costas desaparezcan y provocando que las poblaciones ahí asentadas migren hacia zonas más altas. Con la migración interna esperada, “aparecerán” nuevos problemas: necesidad de fuentes labores, más espacio en las escuelas, posible traslado de enfermedades tropicales; en fin, incremento de los circuitos de marginación de las ciudades. Algunos países, como México, consideran al cambio climático como un asunto de seguridad nacional. Esto no es menor porque entonces un tema medioambiental se vuelve uno que se vincula con la preservación misma del Estado. 

De los dos ejemplos anteriores se desprende una conclusión: sin socialización no hay problemas públicos. 

 

Cinco necesidades para mejorar la docencia



Eduardo Barraza


Primera necesidad: investigar cómo estamos enseñando Antes de emitir cualquier juicio acerca de la enseñanza-aprendizaje de una asignatura y proponer soluciones para su mejor docencia, es necesario, por supuesto, investigar lo más completamente posible lo que hemos venido haciendo. Podríamos ordenar esa investigación según problemas, de los cuales seleccionamos dos que considero inexcusables. El primero son las experiencias docentes. Hay que resaltar que, forzosamente, cada docente ha adaptado los programas oficiales a sus cursos en forma de programas, estrategias, prácticas y ejercicios en el aula. En ese sentido, cada curso es, de hecho, un verdadero experimento docente. Segunda necesidad: ir al paso del desarrollo científico en el mundo y aplicar esos avances a la docencia de la Facultad Al respecto es conveniente observar lo conseguido en ámbitos en apariencia ajenos a las ciencias sociales. Tal como van las cosas en materia científica, ya no es posible pensar en términos de ciencias sociales y naturales como terrenos separados, tampoco en tajantes divisiones entre la psicología y la sociología a la manera de Durkheim. Sin exagerar, lo obtenido en neurociencias y en lo que podríamos llamar pomposamente el “giro evolucionista”, asistimos a un cambio de paradigma en teorías de la racionalidad y, por tanto, de la argumentación. Se ha vuelto lugar común en la academia decir que abandonamos el racionalismo de la Ilustración y empezamos a entender la diversidad del pensamiento humano, pero hasta ahora comienza a quedar claro, en nuestra opinión, qué substituye ese paradigma y cómo puede estudiarse y enseñarse lo recién descubierto. Tercera necesidad: problematizar la docencia de materias particulares y de los campos que abarcan Nos referimos a los placeres y artesanías, el enseñar a descubrir el placer de leer atentamente y releer para aclarar el cómo escriben escritores y escritoras, en particular los de ciencias sociales; el cómo fue que alcanzaron su maestría y se convirtieron en modelos que copiar (preciso: no digo plagiar, sino apropiarse de sus técnicas y procedimientos, como hace el aprendiz de pintor o pintora en la fase inicial). A la vez, descubrir el placer de la escritura y la reescritura propia, entendiendo que puede haber placeres masoquistas en la primera y hedonistas en la segunda. Agradables y desagradables, pero inevitables, son placeres propios de la enseñanza de las artesanías de todos los tiempos que se ha enriquecido con los medios digitales. Gracias a la internet, ahora nos acercamos a esas artesanías íntimamente, por decirlo así, conocemos de manera instantánea las fuentes literarias y científicas de escritoras y escritores, vemos sus retratos o sus videos y sabemos de sus angustias y alegrías al escribir. Si antes eran seres fantasmales que rondaban los márgenes de la página, ahora nuestros escritores preferidos están llenos de mundo, mejor, llenos de mundos. Cuarta necesidad: concebir el trabajo docente como trabajo colectivo Para abordar este punto hay que preguntarnos con qué personal docente contamos en “Argumentación y expresión escrita”. Hay preguntas generales e inevitables, por ejemplo ¿cómo determina nuestra calidad de profesores por asignatura y de carrera la labor docente que desempeñamos? De ningún modo podemos generalizar, pero un síntoma de lo que ocurre es que no tenemos tiempo para ponernos de acuerdo, para llevar a cabo colegiadamente aquello mínimo en que nos pusimos de acuerdo y para monitorear los progresos al respecto. Quinta y última necesidad: partir de lo que hay y no esperar que una entidad externa nos resuelva los problemas Recalcamos: una dificultad para comprender o aceptar la naturaleza colectiva de la docencia, más específicamente, de los grupos de docencia que constituimos los profesores por un lado, y los profesores y los alumnos por otro, es que carecemos de prácticas colegiadas que faciliten analizar los problemas como problemas comunes. En particular, nos faltan medios para aprender de nuestros errores así como de nuestros aciertos –en especial de los errores, pues hay una presión, diríamos que hasta cultural, para no reconocerlos y explicarlos–. Creemos que, en parte, la dificultad está en nuestra muy académica y universitaria tendencia a mirar primero hacia arriba, hacia los grandes modelos de enseñanza, cuando de resolver problemas locales y concretos se trata. Buscamos ser primero iluminados por las y los grandes autores. Si bien es verdad que es necesario, no lo es como condición sine qua non para investigar y experimentar por nuestra cuenta. Debemos mirar hacia abajo, hacia nuestras fortalezas y debilidades, hacia las prácticas efectivas que finalmente están determinando nuestro desempeño y la formación del alumnado que se nos encomienda.

El inicio del conocimiento por José Luis Hoyo Arana

Sabemos que los griegos fueron quienes iniciaron e hicieron fructificar el conocimiento científico, lo que les permitió liberarse de los prejuicios, de los mitos y del pensamiento mágico ligados a héroes y divinidades de distinto signo, que le permitían al hombre común de aquellos tiempos avizorar la incomprensible realidad de su entorno. Dioses benévolos y demonios malignos se mezclaban en un mundo mágico, favoreciendo o perjudicando al mísero ser humano, sujeto a sus vaivenes y caprichos. Sin embargo, cualquier tratado de Historia de la Filosofía (Hegel, Hirscberger, Strauss, Copleston) nos enseña cómo los presocráticos (Tales de Mileto, Anaxímenes, Anaximandro) fueron los primeros en ocuparse de observar directamente la naturaleza y preguntarse por su composición última, ya fuera la tierra, el agua, el aire o el fuego. Es famosa la anécdota en la que Tales de Mileto caminaba contemplando los astros al atardecer, de manera que, distraído en sus observaciones, cayó en una zanja de la que salió maltrecho y enlodado. Una doncella que presenció el percance, se burló de él, lo cual incomodó de tal manera al filósofo que acudió con unos agricultores, a los que comentó que con base a los conocimientos por él adquiridos podían mejorar significativamente sus cosechas. Sus interlocutores obtuvieron productos en abundancia, cuyos beneficios compartieron con el filósofo. Éste a su vez regresó a encarar a la doncella, mostrándole el peculio obtenido y advirtiéndole que no había caído en la zanja por ignorante, sino porque había conocimientos abstractos mucho más importantes para el intelecto humano, que los obtenidos par la simple sobrevivencia. La anécdota de referencia nos proporciona las bases del conocimiento científico: la investigación básica precede a la investigación aplicada, pues esta última no es posible sin el bagaje de conocimientos abstractos que se requieren para su aplicación práctica. Hegel a su vez describiría el proceso del conocimiento desde la simple certeza sensible hasta su culminación en la Ciencia, en la obra cumbre que habría de coronar la trayectoria del idealismo alemán: La Fenomenología del Espíritu. Así pues, no es para nada ocioso empezar el arduo ciclo de la enseñanza universitaria a partir de la filosofía: los conocimientos abstractos, la aplicación de la lógica formal y de la lógica dialéctica, la reflexión teórica que permite contemplar la realidad desde una altura de miras (teoría procede del verbo griego Teoréin, contemplar desde lo alto), para concebirla y comprenderla más allá de su apariencia inmediata. Tras haberse ocupado por un largo periodo de la observación de la naturaleza, los clásicos griegos pasaron de la etapa cosmogónica a la fase antropológica, o sea, a observar la forma en que los hombres conviven y se relacionan entre sí. El primero de ellos fue Sócrates, hijo de una partera, quien advirtió que el conocimiento científico requería forzosamente de una aproximación metodológica y de una reflexión teórica para darle cuerpo y coherencia. En analogía con el oficio de su madre, empleó la mayéutica (que etimológicamente significa parir, dar a luz), como una forma de extraer las ideas y capacidades de sus discípulos a través de la reflexión, hasta llevarlos a razonar y observar por cuenta propia. Sus discípulos asumieron consecuentemente una actitud crítica y solían poner en tela de juicio los mitos y creencias de la sociedad ateniense. Sócrates fue juzgado públicamente y obligado a suicidarse en su celda, bebiendo la poción mortífera de la cicuta. Aunque algunos de sus discípulos, entre ellos Platón, sobornaron a la guardia para que su mentor pudiera escapar, éste les proporcionó una última lección de sustancial contenido ético: agradeció su interés por su libertad y su vida, pero dijo que, como miembro de la ciudad, estaba obligado a acatar las leyes atenienses, y si los jueces se habían equivocado en su fallo, ellos mismos tendrían que reconocer públicamente su error y actuar en consecuencia. Platón aprendió de Sócrates la importancia de la reflexión y del método. Con el correr del tiempo, habría de fundar su propia escuela, la Academia, anexa a los jardines de Academo donde solía pasear dialogando con sus discípulos, diálogo que empleó como método de exposición de los razonamientos sujetos a controversia, para llegar, a través de la discusión, a consecuencias válidas y coherentes. Como método de investigación empleó la deducción axiomática, partiendo de un principio universalmente aceptado y comprobado, para extraer sus consecuencias prácticas. Tal es el principio de la Justicia enunciado en La República, que deriva en la especialización de la actividad laboral y en la división social del trabajo, concibiendo teóricamente una sociedad en cuya cúspide estarían los más sabios, únicos responsables del gobierno de una sociedad justa. Pero vayamos por partes.

Conversatorio 1 (primera parte) proyecto Papime 303319

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