por Maximiliano García Guzmán
El mundo contemporáneo es testigo de la manera en que la vida colectiva se ha transformado sustancialmente en sus diversos planos, particularmente en su composición y distribución poblacional, dando paso a fenómenos que hoy en día se encuentran en profunda discusión, tales como el cambio climático, el género, los derechos de las minorías y los sectores vulnerables, la migración, etc., todos ellos vinculados de alguna u otra manera a las instituciones que administran la vida asociada.
Al respecto, en un contexto caracterizado por la intensificación de esos fenómenos, así como de procesos democráticos -como el reconocimiento a la heterogeneidad, la apertura, la vigorización de la sociedad civil y del Estado de derecho-, la Administración Pública requiere de una actualización de sus bases científicas, metodológicas e instrumentales para dotarla de medios analíticos que le permitan proveer mejores respuestas a las necesidades públicas, privadas y sociales de los individuos.
En esa lógica, el objetivo de este capítulo consistió en analizar el perfil científico que la Administración Pública requiere construir de cara a los retos del siglo XXI, es decir, reflexionar sobre las capacidades disciplinares e institucionales que le permitan hacer frente a la complejidad de los fenómenos, a la incertidumbre de los procesos sociales, a la agudización de la escasez de recursos, así como al creciente involucramiento de la sociedad civil en el espacio público.
Derivado de lo anterior, la hipótesis que orientó el texto es que la Administración Pública necesita renovar su vocación epistemológica y orientación instrumental para que sean más receptivas a la multidisciplina, dado que sus objetos de conocimiento –problemas públicos, ciudadanos, programas, comportamiento de actores, aprendizaje institucional, entre otros- insertan sus raíces en múltiples aspectos de la vida pública y privada.
Para el abordaje de lo anterior, se argumentaron los siguientes puntos:
1) Las bases del pensamiento científico en la Administración Pública. En esta sección se explicó el proceso histórico de construcción del Estado moderno como marco para el surgimiento de la Administración Pública, entendida como un conjunto de instituciones que articulan los esfuerzos públicos para atender necesidades colectivas. En ese marco se situó también su evolución disciplinaria, es decir, se aludió a las corrientes de pensamiento que han explorado a la Administración Pública, las cuales en un principio tuvieron el propósito de cimentar su base epistemológica y científica, así como su diferenciación con otras disciplinas; luego vino la búsqueda de su perfeccionamiento procedimental –puestos, jerarquías, archivos y recursos; posteriormente la consecución de la eficiencia y la reducción de su costo; y ahora los esfuerzos intelectuales se centran en su democratización y en la mejora de sus capacidades institucionales de respuesta a las necesidades colectivas.
2) El riesgo de limitar la actividad de gobierno a la consecución de la racionalidad (eficiencia), pero sin tener como base la orientación pública de las decisiones. Aquí se expuso que a principios de la década de los ochenta del siglo pasado, la Administración Pública fue objeto de modificaciones en sus atribuciones, formas de organización, procesos y canales de comunicación con la sociedad, debido a que estaba en auge el llamado redimensionamiento del Estado, que fue la respuesta a los problemas de gestión y resultados de las instituciones gubernamentales registrados en los años setenta. Sin embargo, la concepción que se adoptó de la eficiencia como valor público fue estrecha y limitada, pues se entendió únicamente como agilidad operacional para abatir tiempos y costos económicos, y se dejaron fuera visiones como las de eficiencia política (democratización) y social (bienestar), posponiéndolas para lo que se denominó como la tercera ola de reformas, hoy todavía pendientes o al menos situadas en una fase preliminar.
3) La revaloración de lo público en la Administración Pública como respuesta a las visiones gerenciales. En este apartado se argumentó que la disciplina se enfrenta a la necesidad de trascender los enfoques puramente procedimentales -que sin duda abarcan parte de su campo de estudio, pero no lo agotan-, mediante la cooperación y vinculación disciplinaria para fortalecer áreas que escapan de lo instrumental y lo operativo, y que requieren de mayor profundización, reflexión y argumentación en torno a los problemas públicos de alta complejidad como la pobreza, la desigualdad, la modificación estructural del medio ambiente, entre otros. En esta lógica, el sentido de lo público es trascendental para la Administración Pública, pues su objeto de estudio no es sin más el aparato gubernamental, sino que ahora también entra en el análisis la sociedad y en concreto el rol que ejerce la ciudadanía.
4) Una propuesta de programa científico para la Administración Pública: la orientación multidisciplinaria. Aquí se expuso que, en contextos democráticos, la Administración Pública requiere de instituciones y formas de organización que permitan cumplir los principios básicos de la convivencia social, para lo cual el desarrollo del pensamiento público-administrativo debe estar ceñido a la idea de construir una disciplina socialmente útil mediante la vinculación entre teoría y práctica. La cuestión radica en que no es deseable el trabajo desvinculado y auto-referenciado, sino más bien una relación estructurada y funcional entre ejercicio práctico y académico. En este punto la multidisciplina surge como una propuesta de articulación de diversos puntos de vista que, lejos de hacer lenta la toma de decisiones, la fortalecen e incrementan su efectividad al menos en tres momentos clave: la elección del problema, el diseño de la solución y la atención de las repercusiones que a partir de ella se generan.
5) El perfil de la formación profesional en Administración Pública. En este apartado se señaló que actualmente el interés por la exploración y desarrollo del campo disciplinario de la Administración Pública articula planes de estudio tanto de licenciatura como de posgrado, cuyo objetivo fundamental no debe ser privilegiar la composición descriptiva y prescriptiva de la Administración Pública, sino también destacar la complejidad e incertidumbre como condiciones en el proceso de gobierno a las que se enfrentan las instituciones administrativas, para lo cual se requieren habilidades heurísticas, hermenéuticas, analíticas, metodológicas, dialógicas y argumentativas, así como técnico-instrumentales
De todo lo anterior, se concluyó que las tendencias del quehacer científico en el siglo XXI apuntan hacia el trabajo colaborativo entre campos de estudio, es decir, a la perspectiva multidisciplinaria que permite estudiar, atender y resolver problemas compartidos, ya sean estos teóricos o empíricos. Situada en este panorama, la Administración Pública está ante la disyuntiva de permanecer en sus pilares científicos tradicionales apegados a la estabilidad y linealidad, o bien inclinarse hacia una posición metodológica flexible y heurística que incorpore categorías como cambio, complejidad, heterogeneidad, transversalidad y multidisciplina.
En este capítulo se apostó por el segundo perfil, pues en un mundo donde las necesidades sociales aumentan y se complejizan, el rol de las instituciones públicas se torna cada vez más importante, pues constituyen la herramienta más acabada que se han construido para dar respuesta a los problemas que enfrenta una colectividad; son el medio que permite tomar decisiones orientadas por valores públicos y ejercer los recursos materiales que se requieren para su cumplimiento.
El presente blog es el medio de difusión académico que pretende ofrecer al público interesado en el conocimiento interdisciplinario, información, artículos de fondo, así como productos que incentiven la práctica docente en áreas de conocimiento vinculadas a las ciencias políticas y administración pública.
lunes, 1 de junio de 2020
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